lunes, 10 de septiembre de 2018

una nariz de mentiras

No me gusta encerrarme. Hoy no va a ser la excepción.
Tenía muchas palabras dentro, y se me fueron todas porque no sabía ni recordaba el nombre oficial. La cosas oficiales no son buenas, o no sé si buena sea una buena definición. Mierda... lo hice otra vez y volví a definir el buena. No quise hacerlo, pero lo hice y eso no es precisamente bueno, aunque si sigo catalogando las cosas de esa forma, es imposible conseguir cambiar mi perspectiva de las cosas buenas, malas y nefastas. Esta es nefasta. O no sé.
Ya no sé, no sé.
Estaba en el baño, mirándome al espejo, con el imparable dolor de pierna, que de verdad no para, y pensé ¿cuándo creció tanto mi nariz? Juro que estaba más grande de lo normal.
No sé como detenerla.
Ya no sé, no sé.
¿por qué crece la nariz? yo no le he mentido a nadie, ni a mi misma, y me crece la nariz como si nada ¿es bueno acaso? Volví a hacerlo, y juro que no quería. Tengo que parar de catalogar las cosas como buenas, malas y nefastas, y de paso, parar de jurar por todo. Juro que juro todo lo que hago, y no estoy mintiendo.
Nunca miento, entonces ¿por qué me crece la nariz?
Quizás es un espejismo -literal frente a un espejo-.
No creció hacia delante, creció hacia el lado, y no es divertido, lo juro.
Siento que mi cara cambió imprecisa (mente)
Cambió y no sé por qué.
Ya no sé, no sé.
¿habrá sido el alza en mi peso?
¿habrá sido el mal sueño?
¿o la cerveza?
No sé. Al menos sé que por mentir no fue.

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