martes, 10 de enero de 2017

La mala vida y la buena vergüenza

Hola, me presento;
Mi nombre es Camila y soy gorda... No gorda-gorda como alguien imagina a una gorda... Sino una gorda de espíritu. Una gorda poco convencional. Una gorda de alma...
Odio profundamente cuando la gente me dice: "No estás gorda, no seas exagerada" -léase con voz de Dori hablando cetáceo-. Yo no soy gorda. Pero no soy flaca, lo que no significa que sea gorda, pero tampoco soy flaca, y eso es equivalente a ser lo que no quiero ser- o si-.
La historia parte conmigo comiendo un pastel de nuez. Yo y esa hermosa huea de nuez, leche condensada y un montón de grasa y cosas ricas que figuran en mi dieta. De un momento a otro, por cosas de la vida y las ganas de comer, ese suculento y maravilloso invento de los azucares se cae al suelo, así tal cual, se cae y yo en dos segundos ya lo tengo en mi boca de nuevo... ¿cómo iba a permitir, yo, a mi corta edad, que mi bella tarta de nuez se entregue por completo al suelo? ya habiamos establecido una linda amistad, una bella complicidad que solo entiendía ella y yo, no podía dejarla sola.
En ese mismo momento me di cuenta que, aparentemente no soy gorda, pero mentalmente sí. No porque hubiese recogido la comida del suelo, sino por generar ese tipo de confianza con esa hermosa tarta de nuez.